¿Quiénes somos realmente?


Sin la menor advertencia, en cualquier momento o lugar, sin causa aparente, puede suceder...De improviso me encontré envuelto en una nube de color semejante a las llamas. Por un instante pensé en un incendio, en una inmensa conflagración en algún lugar inmediato; al momento siguiente comprendí que el fuego estaba dentro de mí. Entonces me inundó un sentimiento de júbilo, un inmenso regocijo acompañado, o seguido inmediatamente, por una iluminación intelectual imposible de describir. Entre otras cosas, no llegué simplemente a creer, sino que vi que el universo no está compuesto de materia muerta, sino que es, por el contrario, una Presencia viviente; tomé conciencia de la vida eterna que hay en mí. No era la convicción de que tendría vida eterna, sino la conciencia de que la poseía ya entonces; vi que todos los hombres son inmortales; que el orden cósmico es tal que sin la menor duda todas las cosas colaboran para el bien de todas y cada una de ellas; que el principio fundamental del mundo, es lo que llamamos amor, y que la felicidad de todos y cada uno es, a la larga, absolutamente segura. (Cita de R.M. Bucke)... Por esto y por muchas cosas más decidí iniciar esta aventura virtual.

martes, 4 de octubre de 2011

La Muerte

Como a todos, me llegó la hora, me llegó la hora de sentir a la muerte tocar a mi puerta, mi madre murió repentinamente hace 5 días. Mi práctica de años es puesta a prueba, realización de la impermanencia. Textos y Maestros como a continuación expongo son quienes me dan la serenidad para cruzar sin sufrimiento este momento, quedándome solo con el dolor que es inevitale...

El tópico de la conciencia de la muerte se organiza en torno a tres raíces, nueve razones y tres decisiones

Primera raíz: La contemplación de que la muerte es inevitable debido a que la muerte llegará ineluctablemente y, por consiguiente, no puede eludirse no podemos dilatar los años de nuestra vida, que va disminuyendo sin cesar incluso cuando estamos vivos, disponemos de poco tiempo para practicar.

Primera decisión: La contemplación de que el momento de la muerte es indefinido porque el tiempo de nuestra vida en este mundo es indefinido las causas de la muerte son muchísimas y las de la vida son pocas, la fragilidad del cuerpo hace pensar que el momento de la muerte es incierto.

Segunda decisión: La contemplación de que, en el momento de la muerte, no hay nada que nos ayude excepto la práctica debido a que en el momento de la muerte nuestros amigos no nos son de ayuda, en el momento de la muerte nuestras riquezas no sirven de nada.

Tercera decisión: Practicaré el desapego hacia todas las cosas maravillosas de esta vida. Es propio de la naturaleza de nuestra existencia cíclica que aquellos que se ha reunido acabe disgregándose: padres, hijos, hermanos, hermanas y amigos. Por mucho que se aprecien unos amigos, al final deberán separarse. Gurúes y alumnos, padres e hijos, hermanos y hermanas, esposos y esposas, amigos…. Sin importar quiénes sean, todos deben separarse en un momento de algo.

Mientras mi tutor, Ling Rinpoche, gozaba de salud, me resultaba imposible e insoportable pensar en su muerte. Para mí, siempre fue como una roca sólida sobre la cual afianzarme. Me preguntaba cómo podría vivir sin él. Pero cuando padeció una embolia, tras la cual vino una segunda muy grave, aquella situación permitió que una parte de mi mente pensase: “Ahora sería mejor que se fuera”. En ocasiones he llegado a pensar que él mismo se provocó aquella enfermedad, de modo que, cuando llegase el momento de su muerte, yo estuviera preparado para enfrentarme a la siguiente misión: buscar su reencarnación.

Aparte de separarnos de todos nuestros amigos, las riquezas y recursos que se van acumulando con el paso del tiempo por maravillosos que sean, al final se vuelven inútiles. No importa lo elevado que sea tu rango o tu posición, porque al final acabarás cayendo. Para recordarme esto, cuando asciendo a la elevada plataforma desde donde imparto mis clases, y justo cuando me estoy sentando, recito para mí las palabras del Sutra del Cortador de Diamante que hablan de la transitoriedad: Contempla las cosas compuestas de causas como si fueran estrellas rutilantes, el fruto de una enfermedad visual, la luz vacilante de una vela de sebo, ilusiones mágicas rocío, burbujas, sueños, rayos y nubes. Reflexiono sobre la fragilidad de los fenómenos causados, y entonces chasqueo los dedos, con un sonido breve que simboliza la inestabilidad. Así es como recuerdo que pronto tendré que descender de aquel trono elevado. Todo ser viviente –sin importar el tiempo que viva—debe morir. No hay otro camino. Una vez estás inmerso en la existencia cíclica, no puedes vivir fuera de su naturaleza. Por maravillosas que puedan ser las cosas, en su naturaleza está escrito que tanto ellas como tú, que te deleitas en ellas, debéis acabar decayendo. No sólo debes morir al final, sino que no sabes cuándo llegará ese final. Si lo hicieras, podrías postergar al futuro el hecho de prepararte para él. Incluso cuando detectas indicios de que llegarás a una edad avanzada, no puedes decir con una certidumbre plana que no morirás hoy. No debes vivir en la indecisión. Antes bien, debes hacer preparativos para que incluso si murieras esta noche, no tuvieras que lamentarlo. Si desarrollaras un cierto aprecio por la incertidumbre y la inminencia de la muerte, tu sentido sobre la importancia que tiene usar el tiempo con sabiduría cada vez será más fuerte. Como dice el erudito-yogui tibetando Tsongkhapa. Cuando se comprende la dificultad de hallar este cuerpo humano, no hay modo de permanecer sin hacer nada. Cuando se percibe un gran significado, pasar el tiempo ociosos es fuente de tristeza. Cuando contemplamos la muerte, hacemos preparativos para entrar en la siguiente vida. Cuando contemplamos los actos y sus efectos, se apartan de nosotros las fuentes de la inconciencia. Cuando de este modo se han afirmado estas cuatro raíces, crecen fácilmente otras prácticas virtuosas. Pensar en la muerte no sólo sirve como preparación para enfrentarse a ella y para fomentar acciones que beneficien a las vidas futuras, sino que también afecta dramáticamente sus perspectivas mentales. Por ejemplo, cuando las personas no están acostumbradas a tener en cuenta la certidumbre de la muerte, entonces, incluso cuando es evidente que son ancianos y que pronto habrán de partir, sus amigos y familia creen que no pueden ser realistas con ellos, e incluso sienten la necesidad de felicitarles por su aspecto físico. Ambas partes saben que esos halagos son falsos. ¡Eso es ridículo! En ocasiones, los pacientes que padecen enfermedades terminales como el cáncer evitan usar las palabras morir o muerte. Me resulta prácticamente imposible hablar con ellos sobre su muerte inminente; se resisten a oír hablar del tema. Pero a alguien que ni siquiera ahora puede soportar la palabra muerte, por no mencionar ya su realidad, es probable que la llegada factual de la muerte traiga consigo una gran angustia y temor. Por otra parte, cuando me encuentro con un practicante budista que está cerca de la muerte, no dudo en decirle: “Tanto si mueres como si te recuperas, necesitas prepararte. Es posible que reflexionemos juntos sobre la inminencia de la muerte. No hay necesidad de ocultar nada, porque esa persona está dispuesta a enfrentarse a la muerte sin temor. Un practicante que empieza pronto a pensar sobre la transitoriedad, cuando se enfrenta a la muerte es mucho más valiente y feliz. Reflexionar sobre la incertidumbre del momento de la muerte desarrolla una mente tranquila, disciplinada y virtuosa, porque profundiza en algo más que en la materia superficial de esta breve vida.

SS Dalai lama